Premio Maurice Blanchot


Fotografía del autor: J.M. Múnera

"La lección del silencio"
Entrevista conducida por Carlos Olano
Esta conversación telefónica (México D.F. – Bogotá) con Gonzalo Márquez, ganador del Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot, nos aproxima al poeta colombiano que ha decidido hacer del pensamiento su morada

1. “La pregunta del origen” es un intenso trabajo sobre la tragedia. ¿Por qué escribir sobre ella 2.500 años después de Esquilo?
En verdad mi ensayo no trata el tema de la tragedia en su definición nietzscheana sino que asedia el espíritu trágico. Persigue –aunque no en forma exhaustiva– las esporádicas y necesarias apariciones de esta deslumbrante visión en la Tierra. Sospecho que cuando la literatura se aproxima a su sol negro es más esencial porque tiene más elementos para enfrentar a la muerte, y por eso es posible proponer que la llamada tragedia (canción del chivo) iniciada por Patrinas y Quérilo, y desarrollada por Esquilo y Sófocles en su fundamento formal, tenía antecedentes en cuanto a su búsqueda estética-existencial. Pues si Nietzsche habla del “ingenuo” Homero y ancla la tragedia en la modificación de su coro, es procedente añadir que la contienda infructuosa con el destino era anterior y ya estaba cuatro siglos antes en la Ilíada cuando Aquiles –ante la muerte de Patroclo– se da una ducha de ceniza y deja escapar su desgarrador e inolvidable grito que llega a ser oído incluso por su madre Tetis en las profundidades del mar.

2. En su ensayo galardonado realiza un vuelo por los renacimientos más sublimes del espíritu trágico en la historia?
El maravilloso Prometo de Esquilo propone una lucha desigual y lo que le ocurre a Antígona, a Electra o a Edipo, es de alguna manera el enfrentamiento a una culpa sin crimen que es necesario expiar aunque irrumpa la muerte. La rebeldía implícita en la tragedia griega se paga siempre con la vida y aunque Prometeo haya sido encadenado por su audacia jamás duda que su conducta fue la adecuada: “Ahora poseen el esplendente fuego los seres de un día”, dice en uno de sus magníficos diálogos. La rebeldía trágica exorciza a la culpa y da un sentido a la existencia. El demon que nos perturba no deja que la vida sea tan simple como lo pensaba Sócrates cuando afirmó que “la maldad es ignorancia”, porque todos estamos expuestos a que en el más inesperado momento afloren nuestros orígenes, las sensaciones, los pensamientos y los preceptos, que reinaban antes, cuando vivíamos el mundo primigenio, inaugural de lo sagrado.
Entonces creo que el espíritu trágico –no la Tragedia– se puede rastrear desde la escena mencionada de Aquiles, pasando por la colosal aparición en la tragedia ática en el siglo V a.C., por los grandes dramas de Shakespeare, por el Hiperión de Hölderlin, por el teatro de O`Neill o de Williams, e incluso por la novela como lo patentiza Flaubert o Dostoyevsky, hasta llegar a Kafka y Camus; para no incluir otras artes; porque su mensaje pareciera ser que siempre en el dolor bebe la sabiduría.

3. Durante las últimas décadas hemos visto que los grandes problemas universales han sido relevados en la literatura por inconvenientes individuales y a veces nimios. ¿Qué piensa de esa mutación?
Así como la tragedia era un asunto que involucraba la condición humana y la presencia inexorable de la muerte, las obras de la contemporaneidad han abandonado ese vértice para trasegar realidades individuales, crímenes particulares, culpas específicas, con las excepciones referidas anteriormente, que ocurren siempre que el espíritu trágico –o mejor, la visión trágica– irradia su poderoso influjo en el mundo. El melodrama ha sucedido a la tragedia y la novela-cronicada o la narrativa-fílmica han remplazado a la novela-escritura, lo cual tendrá implicaciones funestas en la imaginación y la sensibilidad del ser humano. Si una novela es escrita con pretensiones cinematográficas tiene que escindirse necesariamente de su origen transformador del pensamiento, de su vórtice interior que funda el cauce del lenguaje y convertirse casi siempre en algo exterior y efímero como sus acontecimientos.

4. ¿Cree que la literatura pude ayudar a la vida, si su empeño más recurrente se ha ejercido en las zonas de la angustia y la desolación?
La poesía puede ayudar a extender la dignidad, puede impedir la humillación del ser humano mostrándole la incoherencia de la realidad imperante. Vivimos un tiempo lívido: nunca los gobiernos han sido más totalizantes pero tampoco las personas habían sido más individualistas; y la literatura opera inevitablemente como reflejo. Tendremos que volver a inventar el sujeto, necesitamos que ese dictador o espía que ha hecho vastos sus dominios reduzca su campo de acción, e invente un diálogo menos cruento con su antagonista. El hombre ha invadido todo, ha hecho de la destrucción su única estrategia de conocimiento; por eso juzgo que un diálogo más sensible entre el individuo conocedor y el territorio de sus inquisiciones estaría inevitablemente fundando vida.

5. ¿Su país está sacudido por una guerra que parece no tener final, por otro lado el imperio norteamericano por si avidez económica continúa avasallando pueblos bajo pretextos morales, por qué el ejercicio de la política es tan nefasto?
Los políticos son los obreros de lo superficial, utilizan su lenguaje vacío (por no decir muerto) para impedir que se haga visible la realidad. Y de esta forma mientras el poeta cree en el valor transformador del lenguaje, los políticos comercian sus palabras fósiles. Sin embargo estoy seguro que tanto saqueo imaginario, algún día terminará por extender su venganza.

6. Lo sagrado se ha evadido del mundo. ¿La soledad que se avecina será más radical?
Eros, el dios del amor, según Platón es un demonio (un demon que ocupa un lugar entre los dioses y los hombres), es un intérprete entre lo inmortales y los seres de un día –como dice Esquilo–, y es en esa intermitencia que es posible ver lo sagrado. Si perdemos nuestro puente cósmico nos hallaremos frente a una soledad innecesaria, fútil. Pero no debemos temerle a la soledad que está revestida de una capacidad fundacional y que en el amor nos deja vislumbrar por instantes nuestro origen. La soledad es límite, última frontera, tiene un pacto con lo germinal, ¿no es acaso un espejo?

7. “Traicioné a la esperanza y en nombre del abismo a veces fui feliz”, dice en un poema de su último poemario Oscuro nacimiento. ¿La esperanza es siempre tan sombría?
La esperanza es un engaño que pocas veces ayuda a vivir. En La llegada del vendedor de hielo de Eugene O`Neill, la ilusión es algo que destruye la vida por no dejarnos vivir el presente. El acto de esperar es tortuoso porque fundamenta una ambición y disminuye nuestro poder de vivir el instante, o ese ahora codiciado por Epicuro. Sin embargo, como me preguntó con unos versos míos, respondo con otros del mismo poema:
“Al amanecer aprendí la lección del silencio.
Pero todavía espero la única pregunta que hace nacer”.


8. En su poesía es posible encontrar varias sentencias que podrían ser epitafios. ¿Ha pensado alguna vez en el suyo?
Recientemente, en la pasada Feria del Libro de Bogotá, a alguien se le ocurrió hacer un camino con frases. Allí estaba la mía que decía: “Por el libro supe de la rebelión de los sueños, del deseo a la deriva, del único lugar donde el tiempo es conquistado”; y mientras la gente caminaba sobre las palabras –acto que casi me dolía– recordé que Octavio Paz escribió: “poeta, jardinero de epitafios”. En verdad en mi poesía no es difícil hallar la frase que me solicita, pero para no conjurar a la muerte, me debe perdonar esta variante oblicua:
“Encomiendo al poeta la protección del instante”.